Sr. Presidente: No escribo de política, pues no me corresponde como sacerdote católico, sino como un ciudadano común, a título personal como siempre lo hago. Yo no represento a nadie. Usted nos representa a los mexicanos como país ante las autoridades de todo el mundo y ante instituciones de nivel internacional —por supuesto, entre ellas— la Iglesia Católica. Me llama la atención que en un asunto como son los reclamos al Rey de España y al Papa no nos pidió nuestra opinión a través de alguna consulta popular.
No me preocupa en sí lo del reclamo de perdón, pues como se pudo ver no hay sustento para ello. Lo que me parece altamente preocupante es el hecho de crear y fomentar la división entre los mexicanos. Basta asomarse a las redes sociales y a los medios de comunicación para apreciar cómo cada día se va polarizando nuestra sociedad. Usted recibió la responsabilidad para fomentar el bien común basado en el respeto y la unidad de los ciudadanos, no para dividirnos. Echar gasolina al fuego aumenta la combustión, y hay temas que no promueven en nosotros ningún beneficio.
Me permito recomendarle la lectura de un interesante libro escrito por el investigador Michel Graulich titulado “Moctezuma, apogeo y caída del Imperio Azteca” Editorial Era, que da mucha luz sobre la realidad en que vivían los pueblos nativos de nuestra tierra. Ahora permítame hablar de mi caso en particular. Soy hijo de un español de afiliación política republicana y cuando “los rojos” perdieron la Guerra Civil Española se exilió en México con la venia del Presidente Lázaro Cárdenas. Aquí conoció a mi mamá —mexicana— y “la conquistó”. Es decir, soy hijo de un estupendo “conquistador español” y de una maravillosa mujer de este país, y me siento muy orgulloso de ello. Pudiendo reclamar la nacionalidad española no lo hice, pues estoy satisfecho y orgulloso de ser mexicano. Con esto me basta y me sobra. Usted usa zapatos, no guaraches; pantalón, no taparrabos; corbata, no paliacate; habla y piensa usando la lengua española y ninguno de los 88 dialectos indígenas…, y lo más importante: Su cosmovisión es más europea y cristiana que indígena. Yo rezo por usted y por mi amado país.