*XV ORDINARIO/A. I.- COMO BAJAN (Is 55,10-11).* Este capítulo, en tan sólo dos versículos, nos invita a contemplar las maravillas de la obra de salvación que Dios anuncia, la unión del cielo y de la tierra o, como dice el Pregón Pascual, lo humano con lo divino. Los elementos cielo y tierra evocan el lugar donde habita la divinidad y el hombre respectivamente y ambos se unen por el elemento agua en la doble forma de líquida y sólida, trayendo como beneficio la fecundidad que hace germinar las semillas y da pan como alimento, con lo que el hombre puede tener vida. También se podría mirar a un mensajero que es enviado el cual, sólamente regresa después de haber entregado el mensaje. Utilizando la comparación agua/Palabra, el profeta afirma lo que más tarde formulará la carta a los hebreos 4,12 “Pues, viva es la Palabra de Dios y eficaz…”. El Señor, pues, nos invita a participar en la nueva alianza y a arrepentirnos, mientras aún es tiempo. Escuchemos su voz. *II.- UN DÍA (Mt 13,1-23).* Con el texto que hoy escuchamos se abre el llamado “Discurso Parabólico” y se ha proclamado la primera parábola que tiene todo el sabor y el olor de Is 55,10-11, con la diferencia de que ya no es un anuncio, sino que ya es una realidad: el Hijo de Dios (la Palabra) se ha encarnado y ha unido lo humano con lo divino; ahora pongamos atención, porque la Palabra ya está sonando y espera nuestra respuesta. La Palabra es de salvación, nos trae la vida, pero las diversas circunstancias en las que estamos inmersos, si no sabemos manejarlas, nos complican y terminan por alejarnos del Camino. Tenemos entonces que “a lo largo del camino” igual a “no la entiende”; “terreno pedregoso” igual a “inconstante”; “entre espinos” igual a “precupaciones de la vida y la seducción de las riquezas”; “en tierra buena” igual a “la entienden y dan fruto”. Resalta la afirmación del Señor “dichosos ustedes” y “porque se les ha concedido conocer los Misterios del Reino de los cielos”, es decir, también nos está invitando al arrepentimiento y a entrar a la nueva y eterna Alianza. *III.- GLORIOSA LIBERTAD (Rm 8,18-23).* El fruto de la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo, es la redención de nuestra alma, con lo cual comienza nuestra condición de hijos de Dios, cuya manifestación gloriosa será con la redención de nuestro cuerpo, cosa que esperamos y anhelamos con toda la creación, cuando seamos como Él y lo veamos cara a cara tal como es, en la majestad de su gloria. *Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez